miércoles, 19 de diciembre de 2012

Sé el viento.

“La vida ordinaria no me interesa. Sólo busco los momentos altos.
Estoy de acuerdo con los surrealistas en la búsqueda de lo maravilloso”.
Anaïs Nin

Esa exclusividad con la que encerramos la ocasión
no es más que piedra sobre piedra,  voz privada de su canto.

No quiero sus vestidos ni sus muebles, no quiero esa vida perfecta,
no firmaría más cláusulas que las propias,
no volvería nunca al mismo lugar.

Los saldos de la vida, esos alivios sucios que nos damos
o el amor que se figura como el único  camino,
son la fiebre del que sueña, infeliz, con parecerse al resto.

Busca los momentos altos, dijeron en la noche.

Explora el cuerpo en su delirio, templo sin más dogma que la carne.
Abre el laberinto en que te pierdes, tú,  ingobernable,
para verte en la belleza de lo efímero.

No quiero pactos, sé indisciplinadamente tuya
porque sólo así frenarás ese desierto al que te llevan.

No te parezcas a esa bruma:  sé el viento.

Escucha entonces como cae el principio y su oscuro espejo,
sal de los cristales, visita los infiernos, sáltate las normas.

 Busca los momentos altos, dijeron desnudándote.
El resto es la ficción del mundo, ley inquebrantable,
oscuro esperpento de ti  misma.   















martes, 4 de diciembre de 2012

Transformación

"Acuérdate del día en que un poema
te liberó del mundo y sus engaños..."
María Sanz

 

 
Extraña suerte, signos tras las espaldas hablan de mí.

Decir crucial accidenta la historia. Aunque siempre trascendemos.

De una manera o de otra acabamos en los atajos del corazón.

Vive la superviviente entre perspectivas, mira a ambos lados siempre negándose a morir.

Ay de nuestras edades donde enterramos los tesoros, donde nos fuimos conociendo!

Ese círculo nos abraza, esos finales siempre son los mismos.

Sólo los nombres cambian en la vorágine.

Somos la maleabilidad en el caos.

Yo, toda transformación, cambio los rumbos por instinto.

No entro a los templos, no diviso los códigos. A veces no creo en nada y eso me salva.

Apenas en mí misma, barro humilde en el que otros meten sus manos.

Toda la oscuridad se concentra en el segundo en que asimilas las pérdidas,

pero brillo ante las puertas, veo los motivos, me desnudo ante el dolor.

Todo es prescindible excepto esta belleza que sólo yo entiendo.

Todo es soledad hasta el día que dejas de mentirte.






sábado, 1 de diciembre de 2012


Olvidando mentimos. Chico, tú eras fácil.

Me pregunto por las calles, nuestro laberíntico centro

que no es de nadie y es de todos, ese foco de alegría.

Las esquinas se llenan con magreos de otros,

los puentes sostienen pasos desnudos.

Recuerdo mi vestido negro, tu mirada mortal.

A donde has ido, no lo sé. Poco importa de repente.

Me gustaba el azul oscuro en tu balcón,

las vidas ajenas, todas las mujeres que ponías en tu boca.

En la mía todo era humo. Tus riñas. Tus ruinas.

La rara coincidencia de confluir en la noche,

mano a mano sin cursilería, reales como escalofríos.

Yo era toda corceles, chico. Todo cuanto quisieras.

Y te has ido al silencio. Entonces me mientes,

cuando la única verdad era mi risa desbocada sobre tu cuerpo,

mi celebración contínua en tu abrazo breve,

la percepción de un dolor suave que tiembla oculto.

Oficiaba el placer, eso era todo. Dejé de preguntarme el resto.

Ahora comprendo tu cálculo: la latitud es el antídoto,

te contienes por si acaso, vives en los márgenes.

Olvidar es la calumnia, chico.

Pero es también el único alivio.