martes, 22 de enero de 2013

Baila con el diablo.


De repente ha pisado todas las flores.  Él,  frenético,
destrozando aquel jardín esférico, levantando laberintos.

La sangre llena  lentamente  los vasos de la victoria:
sólo brindo por nuestro espejismo.

Las palabras forman un ovillo negro y viscoso
que infecta poco a poco cada día en otros labios.

En las  sombras,  él es más puta que cualquiera,
pero a veces viene en carne viva a descifrarse
y yo me quedo quieta en su delirio.

Nada me recuerda ya al amor, excepto aquel silencio;
nada escrito sobre piedra,  nada se proyecta en mi destino.

Baila para mí sobre las flores muertas,
baila con el diablo, yo me sostengo.
Devuélveme los ojos con los que te he perdido,
preludio de lluvia, instrumento de guerra.

Sé que parte cada noche hacia otras líneas
y yo sigo en la ranura de mi puerta,  espío mi dolor.

Él es el animal que merodea por la casa, el hombre que juega.
Él violará más corazones mientras  fumo y hablo
y  hablo amando y amo fumando.

De repente lo he entendido y por eso nombraré  la herida:
tajo minúsculo mis ojos contra los tuyos,
miles de millones de quizás de los que no
                                                                                      sabremos
                                                                                                                           nunca.





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