Los timbres pasan hambre hora tras hora.
Lo advierto: es el rumor del caos acercándose.
Todo se llena de nombres propios y ajenos,
todo emana un olor viejo, todo parece un escondite.
En la soledad hay ojos que te observan,
reclamándote la noche y su acertijo,
hay un animal tendido cerca
que lame sus heridas muy despacio.
Viene el mar a las habitaciones rotas,
va llegando el futuro pestilente, lleno de llagas,
nada se puede hacer:
En el dolor hierve la ciudad entera,
con sus vacíos inconmensurables,
sus segundas personas.
miércoles, 12 de junio de 2013
miércoles, 5 de junio de 2013
Sin ánimo de ofender.
Bien, brevedad y alegría en el camino incierto que me
aleja
de burdas ofrendas que yerran en su sino.
¡Pero qué mentira brilla en esos labios que se sirven de
la selva,
de ese enredo hábil de palabras calculadas!
Me ponen los corazones sobre la mesa, así: medio
vendidos.
Oh, y todos hablan del pasado, amasijo de hierro y porquería
donde esconden la vergüenza de no haber sido ellos
mismos.
Procuran una hechicería rara, viajeros en la piel que
busca puerto,
más todo vale y todo es dado, hasta la risa de vérmelo
venir
atravesando el mundo.
Llegar tarde a las mirillas por las que vemos los
despojos,
destruir las posiciones en las que estábamos seguros.
No pondré la mano, puedo ser el disimulo,
rosas negras sobre el pecho envanecido.
Sigue hablándome del viento aquella voz hipócrita
y estoy tan lejos de ese sueño que brillo en mi propia
alegoría,
siguen cayendo los deseos y las casas
que tan sólo reciben ya el pretexto.
¿A qué me cuentan tal majadería entre jardines bocabajo
si yo sólo quería escaparme un rato, sólo un rato de esta
infamia?
Déjame de amor en las esquinas donde paran los relojes:
no he venido para hablar de las heridas.
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