“Si alguien tiene un destino, entonces
es un hombre.
Si a alguien se le impone un destino,
entonces es una mujer”.
Elfriede Jelinek
Acribillada
por los versos afilados del ausente,
me abrí
en la herida del futuro.
Siempre
contra la pared buscando flores en sus grietas
y tuvieron
que venir a decirme que tendría miedo, hambre, peces muertos en las manos.
Debí
tener los ojos vacíos y la boca llena de quinceañeras,
debí
ser la pureza y la ingravidez, posiblemente una estatua en un jardín sin nadie.
¡Pobre
de mí que beso con candados y abrazo con fusiles
y
ruego que no me dejen sola, que no me dejen sola en esta multitud!
Esta
es la concordancia que esperaban los obtusos,
ellos,
que tienen su destino entre las manos.
A mí
me viene impuesta la elección tantas veces que desvirtúo mis deseos,
transito
por un camino que nunca construí y desconozco el rumbo:
soy esa
pesada carga, soy el peso del cielo.
Pero
de vez en cuando miro a través de los ojos del pájaro
y algo
grita en mí, me atrevo con todo, prendo fuego a mis papeles.
Puedo
ser yo misma en el dolor de no ser nadie,
puedo
decidir equivocarme, besar esa pared, elegir la soledad como destino.
Y si
muero, es cosa mía.
Deben
ser mis manos las que escriban esta historia,
este
verso oscuro que es la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario