No habría de querer la magia ni la causa perdida de su corazón
velado. Debería cerrar la noche a portazos y subir montañas de silencio. Pero
el asunto del cuerpo se vuelve hoguera y grito sus manos sin quererlo, me duele
la piel allá donde no queda nadie desmenuzando estrellas. Soy la apretada
canción de la nostalgia. Vivo intensamente en las habitaciones heridas, en este
ceñido espacio que hay entre mi amor y su espalda.
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