La noche tenía un tinte marino,
la ciudad recortaba negruras y silencio.
¿Dónde están las estrellas? pensaste incendiado,
y las buscaste bajo mi cuerpo pálido,
entre rosas encendidas, dentro de las mareas.
Luego migraciones al frío
donde ya no pronuncias mi nombre sino el miedo;
el miedo en tus labios desconociéndome, disipándome.
Qué absurda aritmética quedarse solo
a resultas de lo intenso,
qué recuerdo perlado resbala por mis manos
ahora que retienen sólo otoños.
La melancolía es un lastre, dicen.
Yo ya soy tan imprecisa y tan abstracta
que el amor ha dejado de buscarme.
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