La noche es una pantalla,
una ciudad que murmura campos,
un abismo que late profundo y cercano.
Yo tomo aire en ese valle,
vuelo alto a lo desconocido:
sé que voy a caer.
Entonces se muestra el espíritu secreto
que crepita dentro de mi fuego.
Y, frente a un espejo sucio,
observo mi cabello rojo.
Mi cabello rojo.
¿Habéis visto alguna vez un
demonio?
pregunto peinando mi tiempo.
Nadie responde, no hay nadie en esta latitud,
nadie en este raro espacio.
Es la noche de las cuatro lunas,
las esferas respiran sobre un mar plateado.
Tengo miedo de mí misma.
Tengo miedo de caer de nuevo.
Hay un gato dulce en mi regazo.
Sé que todo va a morirse,
digo.
Pero no me escucha nadie.
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