Este silencio séptico.
El valle y luego la cumbre y luego el averno y los cascabeles del
diablo en tu ventana.
Diosas frenéticas del pensamiento, este sabor de Sabbat, inaugural
canción del invierno.
Este asunto turbio de los cuerpos que se usan, este manoseo sin
palabra,
este ir y venir de las fiebres en los aleros, esta juventud, este
desperdicio.
Me pregunto cuándo, en qué momento la mirada se vuelve herida.
El amor en cuarentena, los campos arrasados, la soledad que se
alza hermosa entre las ruinas.
Algún día estaremos ya muy
lejos y no tendremos tanta hambre,
no seremos tan feroces, el deseo no abrirá esta puerta prohibida
ni la siguiente.
Algún día, una extraña paz visitará las tumbas del pasado.
Algún día no seremos más esa niebla en el pecho,
un silencio inhabitable,
los ataúdes de lo ilusorio.
Fotografía: Jessica Tremp
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