Morir, discernir la noche, romperse la
mirada.
La sensación pendular del corazón,
el movimiento de la sangre y del vino,
mi cabeza entre las manos del monstruo,
el beso largo y triste después,
como un paisaje de lluvia,
calándonos por dentro.
Soplar en las heridas de otros,
curar las camas y las mudanzas.
Tanto para qué, para qué,
te pregunto ebria de caos,
si mañana lo invadirás todo de silencio
y de paisaje invertidos.
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