El idioma de los astros,
sus presunciones, mi enajenación.
Un nuevo otoño acecha tras la rabia
y la tristeza nos escupe en la cara,
temprano, con el primer frío,
con los muchachos sentados en los bancos
fumando porros, besando la nada.
He caminado tantas veces
por ese peligro silencioso, por ese cable
de cordura frágil,
por esa brecha.
He reinventado tantos nombres,
tantas vidas en la misma,
he soñado tanto con ser otra, otro, todos,
que ya no puedo distinguirme
si no es despedazándome en el verso.
Breve consuelo, ojos de perro,
parejas copulando de veras,
saber, saber que el mundo tiembla,
convulsiona de vez en cuando.
Y creer en eso, brevemente,
es un alivio cotidiano, como si algo hermoso
fuera a pasarnos de pronto,
algo hermoso, un cambio drástico,
un amor, un morirse al fin y al cabo.
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