miércoles, 27 de julio de 2016

Necrópolis



Sueño con ancianos que duermen en una habitación minúscula.
Luego despierto con espuma entre las manos
como de haber navegado por un mar enfurecido.
A mi lado un puñado de malvas me recuerdan la misma hora,
ese tiempo que ya no habita nadie. 

El día es una neblina envolviéndome por dentro.

Dispongo de sonrisas y palabras, tengo la intención a tiro,
pero a ratos me tropiezo con mi sombra y entonces
me sangran las manos a pesar de no haber tocado el suelo.

Despliego bosques imaginarios por las calles sucias,
donde dejar que corra libre la conciencia,
como un animal encadenado a los imperativos
que de pronto avanza contra el viento de mi páramo.


Así me salvo, escalando por los versos sin amo.

Luego despierto en la necrópolis violentamente saqueada,
como si me hubieran robado la tierra y la niñez
y tuviera que salir cada día de mi tristeza para salvarlas.
















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