domingo, 24 de marzo de 2013


Parten del poema nuestras partículas,

vibran en el aire enrarecido de la ciudad

ya más que acostumbradas al vértigo y al desorden.


Tú, estás frente a mi y me miras desnudo.


Me miras sudando unos sueños oscuros y tétricos

pero sonries y el mundo se vuelca en nuestro vaso a medias,

me hablas de la canción número doce y sabes

que mi casa entera es un poema que grita los domingos.


Yo y mis maletas a ninguna parte.


Tú despidiéndote en los barcos.

Nuestra encrucijada constante y absoluta

en la que nos encontramos a golpe de soledad,

nuestra feria de oportunidades, nuestra apuesta incomprensible.



Nuestra tierra hecha de Septiembres.


Sólo tú puedes perdonarme y sólo yo tengo derecho

a tu tristeza de neón verde, sólo yo veo a Jim en tu mirada

y sólo tú podrás perdonarme tanta palabra manchada de nicotina.


Es nuestra parcela gris sin tiempo,

nuestra alarma a la hora exacta de la huida,

somos nosotros contra todo lo que nombramos una vez

y aún así hay salida.


Amor, vociferamos en la literatura.

De otra manera estaríamos muertos, posiblemente juntos.


A nada nos parecemos desde que nos amamos

y eso reescribe la historia en la que nos vimos inmersos,

adictos, sedientos de lo que ahora tenemos.


Del poema parte nuestro polvo

y sólo entonces seremos el cuerpo.


 

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