domingo, 14 de julio de 2013
Las mujeres cantan al romperse.
Pétalos negros en sus labios que manchan el aire
de una sucia soledad.
De noche en las alcobas se teje el abismo:
fibra a fibra seremos materia deshechable.
Y nos quedamos con nuestro amor, casi ridículas.
Y por no decirlo cantamos desde la sangre
sin que el hombre nos descubra
vacías y solas en la madrugada.
Las mujeres saben que en lo oscuro
pueden permitirse la flaqueza,
pueden soltar trenes y paisajes,
las horas en las que estuvieron vivas.
Para morir después se conceden el instante
y el recuerdo y la fatiga del pasado
y los cuadernos donde brillaba la suerte.
Las mujeres mueren en los océanos,
en las calles solitarias, en el rincón del beso,
allí donde fueron felices.
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