miércoles, 5 de marzo de 2014

Lapso

La incógnita brilla en mis pupilas fijas en tu cuerpo:
eres pálido contra el fondo de la noche, casi etéreo en sus oscuras fauces marinas.
Recorro los trazos que te perfilan buscando puertas,
buscando templar esta nieve que me envuelve hasta que tú te marchas de ti mismo.

Y vienes hasta mí,  y ya tu pecho surca este oleaje que soy:
convertida en el latido del agua te recibo, renacemos juntos entre ovillos de silencio. 

Ya no sé si te fuiste, si estás aquí, si somos alguien.
Estoy arrancando las estrellas con mis manos laceradas por la espera,
mientras tú, lácteo y desprendido de la aurora, alimentas los oráculos.

Bajan los ríos por nuestros cuerpos ahora libres
hasta el centro universal de la palabra que nos abre los caminos:
de ti y de mí nada queda para el amor excepto su instante. 


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