jueves, 15 de noviembre de 2012

Infancia I

La contención de unas paredes.
Me gustaba esconderme en cualquier sitio.
Me gustaba todavía más que nadie me buscara.
Los grandes hallazgos de la niñez.
Las piernas apretándose, apretándose fuerte y ni una sola evasiva.
Nada que preguntarse. No se nombraba el placer como tal.
Me revolvía. Trepaba Dios por mis rodillas.
Dios era bueno, pensaba. Dios quiere esto, él es quien nos lo otorga.
Mi faldita de tablas esparcida como una flor gris sobre la alfombra.
Ah, el sacrilegio de los años me haría sucia y no el espasmo,
no el grito ahogado, no los miembros desvencijados.
El cinismo de los demás.
Yo era un pequeño astro brillante en la lóbrega noche del hogar.
Yo vivía fuera del dolor.
Papá bebía. Mamá lloraba.
Nadie hacía preguntas.





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