viernes, 22 de febrero de 2013

Todo propio.


Baja la atmósfera y mancha los tejados de pensamientos.
Hay un intruso en cada uno de nosotros aullando frente a las paredes.
Camino sumergida buscando profundidades, corro por calles azules:
estoy dejando ese rastro de números secos, cifras sin dueño ni orden.
Me rompo en aves,  soy de gritos blancos contra un muro. Todo propio.
Oh, no calumnies mis aguas ni mi pequeña partícula de sueño:
era el párpado del cielo cerrándose mi sombra,  pero ahora lo comprendo.
Era la edad un cerco y  todos somos presas sin su  monstruo, sin fauces abiertas.
Volvía a casa como se vuelve a un fracaso, envejecía deprisa en boca de otros.
Nada me alejaba tanto de mí misma y nada fui más allá de los umbrales.
Se vacía la ciudad de todo este océano de distancias y cuchillos.
Busco la profundidad palabra  adentro, entre mis rodillas frías,
en el silencio de la noche sin un nombre distrayéndome.
¡Ah, las luces tenues del corazón que está sólo, sólo en su alegría!











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