Nota en la nevera.
Mis ojos prendidos en todos los relojes que encuentro de camino a
tu cuerpo. Es la prisa de los pétalos, de las calandrias; la urgencia de la
piel. La vida por encima de las pérdidas, tú besando mis nudillos. Vengo a
decirte que ya descifré el código del vacío. Y que las noches ya sólo tienen
verbos, no suposiciones. Nada menos aleatorio que tu mano en mi rodilla. Es
certero. Es cierto: algo nos espera desdiciendo cuanto fuimos.
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