Amar lo que viviste.
Vivir en ti sin que se escape ni una gota de
intensidad, de belleza.
Poblarte de estrellas y escapar
sin planes ni mapas,
vivir sin miedo.
Eso, era eso.
Era besarle el corazón a las fieras
y bailar después,
era despertarme sin saber
más de nombres que de almas, era la lluvia
y encenderme a solas,
las tardes rescatadas del cansancio
y un verano trepándome las piernas.
Eso era, y los teléfonos sin dolor
y el dolor dulce de la misma vida
como si nada, como si nada romperse
en miles de fragmentos y reír.
Eso era,
eso era.
Todo era no soñarlo:
era merecerlo.
Eso era.
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