Cierran tarde los negocios del corazón en la noche fría. Piden el
abrigo absoluto de lo que viene siendo cualquiera. He descrito el
universo con mi tacto helado sobre espaldas que negaban lo posible.
Noche tras noche describiendo mi páramo olvidado, dibujando en la
ceguera. Y ahora la madrugada me ve llegar tranquila, ciertamente
triste, pero tranquila. Metí el corazón en un taxi, pagué la deuda, no
entregué mis ruinas. Sólo somos los espejos donde los demás se miran un
instante. Migraciones desesperadas a otros cuerpos para entender el
mundo. Me ve soñar la aurora y la casa rompe su vacío. Toda luz me
alumbra silenciosa cuando extiendo la mano y toco el futuro. Allá donde
estoy naciendo todavía.
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